CUESTIÓN DE DESVERGÜENZA
Por Trinidad Alcalá
El derecho a la palabra es inherente al ser humano; expresar nuestra opinión, comunicar nuestra búsqueda, hacer visible nuestro pensamiento; enunciar nuestra esperanza, presentar nuestras propuesta; decir lo que queremos y denunciar la mentira, la injusticia y la corrupción; la deshonestidad, el abuso y el cinismo; la desfachatez desbordante, la ignominia y la pobreza; el proceso de crecimiento de cultura de muerte que se trasmina y respira en lo grande y en lo chico; que se desborda y que se viene convirtiendo en la realidad cotidiana para nuestros niños, jóvenes y adultos; todos los que conformamos hoy la sociedad del siglo XXI y otras realidades más; es posible desenmascararla gracias a la palabra crítica en una denuncia comprometida, ética y responsable.
Sin embargo en medio de esta realidad que nos asfixia en la que “la democratización de la desvergüenza que se ha adueñado del país, la falta de respeto a la cosa pública, la impunidad; se han profundizado y generalizado tanto, que la nación ha empezado a ponerse de pie, a protestar. Se critica, se exige seriedad y transparencia. El pueblo clama contra las pruebas de desfachatez. Por otro lado, sin poder siquiera negar la desesperanza como algo concreto y sin desconocer las razones históricas, económicas y sociales que la explican, no entiendo la existencia humana y la necesaria lucha por mejorarla sin la esperanza y sin los sueños. No somos esperanzados por terquedad, sino por imperativo existencial e histórico. Necesitamos la esperanza crítica como el pez necesita el agua incontaminada” (P. Freire 1992).
Hoy, exactamente estamos aquí de pie, en medio de esta realidad convulsa, pero en la que nos asiste además del derecho a la palabra, el dique de la esperanza que nos lleva a recrear posibilidades, somos más la ciudadanía que los políticos y funcionarios públicos; somos más los ciudadanos que no vivimos del erario y si de nuestro propio trabajo de cada día; somos más los ciudadanos que somos asistidos por el derecho de pedir cuentas; somos más los ciudadanos que tenemos el derecho de expresar que tenemos hambre; que no hay trabajo, que los sueldos no alcanzan; somos más los ciudadanos que sufrimos la ausencia y el riesgo de nuestros familiares que emigran ante la falta de oportunidades para todos; hoy la inseguridad premia en nuestras calles; somos más los ciudadanos que tenemos la capacidad de transformar desde nuestra posición el acceso y el ejercicio de gobierno que hoy se sustenta y corrompe. Sin embargo es urgente que cada ciudadano nos comprometamos en esa tarea que nos corresponde; pedir cuentas, ser congruentes entre lo que decimos y hacemos; no olvidar que los patrones somos nosotros porque del pago de nuestros impuestos los servidores públicos se autoajustan sus salarios que les alcanza para mucho y que si han llegado a tal grado de desvergüenza de alguna manera así lo hemos permitido; en Yahualica ha sido tal el grado de desvergüenza que tenemos hoy un gobierno al que no le alcanzan nuestros impuestos para su nomina quincenal y al que como ciudadanía no le hemos pedido cuentas; un gobierno que se ha atrevido a poner en manos de maleantes nuestra seguridad; un gobierno de ofrendas, lecturas y comunión diaria durante la campaña para validarse; un gobierno que prometió progreso y ha manifestado solo aberraciones; un gobierno que ha caminado de espalda al pueblo porque no tiene la autoridad moral que da la legitimidad y una vida ética; un gobierno sin rostro y sin voz cuando a Yahualica se le ha victimado. ESTA DESVERGÜENZA ASFIXIA, DA NAUSEAS Y DUELE PROFUNDAMENTE POR EL RUMBO QUE LE HA DADO A NUESTRO PUEBLO. Su desvergüenza es tal, que ha carecido de memoria histórica de su propia palabra.
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